Cuida tus pensamientos.



“Podemos dejar que las aves vuelen por encima de nuestro nido, pero no necesariamente tenemos que permitirle que lo ocupen”

Nuestra humanidad hace que caigamos en emociones de ira o tristeza que generan intranquilidad u juicios. Dios en su palabra nos manda a examinarnos, y a procurar estar limpios y livianos llevando nuestras cargas y poniendo nuestras fuerzas en Él para que su voluntad se haga en nuestro corazón.

Leamos esta historia:

Un día, un niño entra a su casa dando patadas en el suelo y gritando muy molesto.
Su padre, lo llamó -hijito, cálmate-, pero él siguió diciendo en forma irritada:

- Papi, te juro que tengo mucha rabia! mi amigo no debió hacer lo que hizo conmigo.
Por eso, le deseo todo el mal del mundo!
Su padre, un hombre sencillo, pero lleno de sabiduría, escuchaba con calma al hijo
quien continuaba diciendo:

- Imagínate que él me humilló frente a mis amigos. No acepto eso!
Me gustaría que se enfermara, para que no pudiera ir a la escuela.

El padre seguía escuchando y se dirigió hacia una esquina del garaje de la casa, de donde tomó un saco lleno de carbón, el cual llevó hasta el final del jardín y le propuso:

¿Ves aquella camisa blanca que está en el tendedero? Hazte la idea de que es tu amiguito, y cada pedazo de carbón que hay en esta bolsa es un mal pensamiento que va dirigido a él. Tu échale todo el carbón que hay en el saco, hasta el último pedazo. Después yo regreso para ver como quedó.

El niño lo tomó como un juego y comenzó a lanzar los carbones, pero como el tendedero estaba lejos, pocos de ellos acertaron en la camisa.
Cuando, el padre regresó le preguntó:

- Hijo, Qué tal te sientes?
- Cansado pero alegre. Acerté algunos pedazos de carbón a la camisa.
El padre tomó al niño de la mano y le dijo:
- Ven conmigo quiero mostrarte algo.

Lo colocó frente a un espejo que le permitía ver todo su cuerpo.... Que susto!
Estaba todo negro y sólo se le veían los dientes y los ojos. En ese momento el padre dijo:

- Como puedes observar la camisa quedó un poco sucia, pero no es comparable con lo sucio que quedaste tú. El mal que deseamos a otros se nos devuelve y multiplica en nosotros. Por más que queremos o podamos perturbar la vida de alguien con nuestros pensamientos, los residuos y la suciedad siempre quedarán en nosotros mismos.

Ten mucho cuidado con tus pensamientos porque ellos se transforman en palabras. Ten mucho cuidado con tus palabras porque ellas se transforman en acciones.Ten mucho cuidado con tus acciones porque ellas se transforman en hábitos. Ten mucho cuidado con tus hábitos porque ellos moldean tu carácter.

Autor: Paula Andrea Vega
Para: arteencristo.blogspot.com

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